La teología cristiana dice que para algunos el suicidio consiste en «darse la muerte directamente a sí mismo»; y aclara que aunque ambas opiniones son semejantes, encierran matices distintos. Mientras que para los primeros el suicidio directo es siempre intrínsecamente malo, para los segundos el suicidio directo es siempre pecaminoso, pero el suicidio indirecto no lo es. Precisamente, debemos entender que el suicidio directo es aquel en que el ser humano busca mediante un acto que de suyo es capaz de causarla; mientras en el indirecto, la persona se da muerte sin procurarla libremente.
Una clasificación posible de las tantas que se pueden hacer es la que divide los suicidios en:[cita requerida]
- Los vicariantes: se adelantan o aceleran el acto de la muerte que se vislumbra en un futuro, con la justificación de que no hay esperanzas y sólo creen ver a su alrededor sufrimientos y nada puede compensar el período de espera.
- Los perfeccionistas: no toleran cualquier disminución de los atributos a su persona, lo mismo en la belleza que en la potencia sexual, o un defecto cualquiera, menoscabo económico o social, o la pérdida del poder y prestigio.
- Los hedonistas: no soportan nada que constituya un impedimento o una disminución del placer de predominio sensual.
- Los transicionales: ante ciertas crisis vitales de transición inevitables, optan por el suicidio.
- Los sintomáticos: dependen de una enfermedad mental, psicosis, confusión mental, demencia y depresión.
Desde Durckheim es un clásico decir que los suicidios son más raros entre los católicos y los judíos que entre los protestantes o los ateos pero hay que tener en cuenta que que puede ser que los católicos no declaren los suicidios justamente por razones religiosas.[9]
También para el judaísmo el suicidio es pecado y no se entierra el cadáver con los demás. Sin embargo, en la antigüedad no imponían sanciones al suicida porque reconocían al suicidio necesariamente como acto de locura.
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